The Fable of Diogenes

The Fable of Diogenes
Maravillosa obra de Castiglione Giovanni Benedetto




(Recopilación de fragmentos en torno a la filosofía cínica I)


    "Antisthenes" Obra de Lebiedzki Rahl.


A. El género cínico (n. 1-8)



1. Por cierto que en muchos textos, por agregarle una broma, se produce la impresión de una fuerte expresividad, como en las comedias. Todo el género literario cínico es también de esta índole... 261... Y en suma, para decirlo resumidamente, el género de expresión cínica se asemeja, mi buen amigo, a alguién que acaricia al mismo tiempo que muerde.

Demetrio, Sobre la elocuencia 259-261.



2. Pues cuando los que se sentían orgullosos con el título de filósofos no vacilaron en suscitar una violenta batalla entre sí, menos aún se hubieran ocupado de la paz los rétores y los poetas. Estos, precisamente, estaban en desacuerdo con los socráticos, que aceptaban la continencia, la justicia y la sensatez. Platón los ridiculizó cómicamente en sus diálogos y de él se burlaron de igual modo los cínicos, entre los que se contaba también Luciano.

Isidoro Pelusiota, Epístolas IV 54.



3. Despues de la tragedia se introdujo la comedia antigua, que contenía una libertad de expresión didáctica y por medio de esa misma franqueza no sin utilidadtraía a la mente la carencia de humos. Con una intención similar Diógenes adoptó también este recurso de ella.

Marco Aurelio, XI 6, 4.



4. Pues la razón también prueba que deban ser de tal índole los profetas del Dios universal, quienes revelaron que era un juego la entonada fortaleza de Antístenes, Crates y Diógenes.

Orígenes, Contra Celso VII 7.



5. Ha habido cinco Heráclitos: El primero fue éste (el filósofo de Efeso)... El quinto fue un autor serio burlesco, que se pasó de la citarodia a este género.

Diógenes Laercio, IX 17.



6. (Menipo de Gádara) no produjo, por cierto, ninguna obra seria, sino que sus libros están llenos de mucha burla, igual que los de su coetáneo Meleagro.

Diógenes Laercio, VI 99.



7. Por otra parte debemos examinar con atención al cinismo. Pues si estos hombres hubieran compuesto sus escritos con cierta seriedad y no, por el contrario, en broma, se debería seguirlos y tratar de comprobar en ellos cada punto de nuestro pensamiento sobre el tema.

Juliano, IX [VI] Contra los cínicos incultos (o ignorantes) 7, 1-4, pág.186 b.



8. En ocasiones también los hombres sensatos harán uso de las bromas en razón de las oportunidades, como en las fiestas y banquetes, e igualmente en las represiones a los más voluptuosos, como «el Saco de harina que brilla a lo lejos (=Telauges el Pitagórico)» y la poesía de Crates, porque también hubiera podido leerse su Panegírico de las lentejas delante de los libertinos. El género literario cínico es así en su mayor parte, porque las bromas de esta índole adoptan la disposición de la anécdota (chreía) y la sentencia (gnóme).

Demetrio, Sobre la elocuencia 170.

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B. La anécdota o chria y la rememoración (n. 9-15)




9. La anécdota (chreía) es una rememoración (apomnemóneuma) de un dicho o un hecho o de ambos conjuntamente, que contiene una concisa revelación, las más de las veces en razón de alguna utilidad… De las anécdotas, unas son de dichos («lógicas»), otras de hechos («prácticas») y otras mixtas… Las de hechos son aquellas en las que sólo hay acción, por ejemplo: «Diógenes, al ver a un muchacho indisciplinado, golpeó a su preceptor». Las mixtas son las que contienen una mezcla de palabra y acción, por ejemplo: «Diógenes, al ver a un muchacho indisciplinado, golpeó a su preceptor diciéndole: “¿Por qué lo educas de ese modo?”».

Hermógenes, Ejercicios retóricos 3, 19, pág. 7, 7-14.



10. Se ha transmitido diversas clases de anécdotas. Una es semejante a una sentencia que se expone por medio de la voz de un individuo: «Aquél dijo» o «Solía decir». Una segunda es la que consiste en una respuesta: «Preguntándosele a él» o «Habiéndosele dicho esto, respondió». La tercera no es distinta de ésta: «Habiendo dicho» o «habiendo hecho alguien algo». 5. Porque consideran que hay también anécdotas en sus hechos, como: «Habiendo visto Crates a un chico ignorante, golpeó a su preceptor». Y hay otro tipo casi igual a éste, al que sin embargo no se atreven a llamar con el mismo nombre, sino que lo denominan un (hecho) anecdótico (chreiôdes), como: «Milón, que solía transportar un ternero, transportó un toro».

Quintiliano, Instituciones Oratorias I 9, 4-5.



11. Por ellos damos a aprender a los niños tanto sentencias como las que llaman los griegos chrias («anécdotas»), porque puede comprenderlas el espíritu infantil, que a partir de ahí ya no capta más.

Séneca, Epístolas a Lucilio IV 5, 9.



12. Tres son las clases principales de anécdotas. En efecto, unas son de dichos, otras de hechos y otras mixtas. Las de dichos son ratificadas mediante dichos, sin hechos, como por ejemplo: «Diógenes el filósofo, preguntando por alguien cómo conseguiría ser famoso, le respondió: “Preocupándote menos por la fama”». Dos son los tipos de los dichos: la aseveración y la de la réplica. De las aseverativas unas son una aseveración espontanea… mientras que otras se deben a la situación, como por ejemplo: «Diógenes, el filósofo cínico, al ver a un muchacho rico ineducado, dijo: “Este es una mierda envuelta en plata”», porque Diógenes no hizo una afirmación genérica, sino en razón de lo que vio… Las de réplica no son las respuestas a una pregunta simple ni a una indagación, sino que contienen un dicho al que se dirige la réplica, como por ejemplo: «En cierta ocasión Platón, hallándose Diógenes almorzando en la plaza e invitándole al almuerzo, le dijo: “¡Diógenes, qué gracioso sería lo no ficticio tuyo, si no fuera ficticio!”», porque ni Diógenes le pregunta a Platón sobre algo, ni Platón trata de sacarle una información, sino que simplemente aquél le invitó a almorzar, un dicho que no se corresponde con ninguna de las dos situaciones.

Al lado de éstas hay además otro tipo, el llamado doble, que incide en las de dichos. Una anécdota doble es la que origina una anécdota de dos personajes, como por ejemplo: «Alejandro, el rey de los Macedonios, deteniéndose junto a Diógenes, que estaba acostado, le dijo: “No debe dormir toda la noche un varón consejero”. Y Diógenes le replico: “A quien huestes le están encomendadas y tantas preocupaciones hay”». Pues habría también una anécdota sin agregársele la réplica. Las de hechos son las que muestran un pensamiento sin palabras, pero las hay de hechos activas y pasivas. Las activas son todas las que muestran una acción, como por ejemplo: «Diógenes, el filósofo cínico, al ver a un niño glotón, golpeó con el bastón al preceptor»… Ésos son, por consiguiente, los tipos de anécdotas, pero por los modos de su formulación las hay de índole sentenciosa, demostrativa, chistosa, de silogismo, de entimema, ejemplar, de ruego, simbólica, figurada, de equívoco, de metalepsis y las de emparejamiento, que están compuestas de los tipos que se han dicho antes… La de silogismo es, por ejemplo, «Diógenes, el filósofo, al ver a un muchacho exageradamente engalanado, dijo: “Si es por los hombres, te deshonras y si es por las mujeres, delinques”»… La de emparejamiento no es un tipo oscuro, puesto que resulta de diversos modos… bien de dos o más tipos reunidos en una sola anécdota, como por ejemplo: «Diógenes, el filósofo cínico, al ver a un muchacho, hijo de un adúltero, tirar piedras a la plaza, le dijo: “Déjalo, niño, no vayas a pegarle a tu desconocido padre”», puesto que es una aseveración de los tipos simbólico y chistoso a la vez.

Teón el Rétor, Ejercicios retóricos 5, pág. 97, 11-101, 2.



13. «Si es anecdótica (chreiódes, “útil”) se le denomina anécdota (chria).» No es llamada anécdota por ser «útil» por antonomasia, como algunos afirman, sino como denominación significativa, porque el dicho o hecho es causado por una «necesidad» (=chreía). Pues igual que decimos que no hay necesidad de tal objeto por tal motivo, así también en ese momento le viene la necesidad de un dicho al que lo dice o de un hecho al que lo hace a causa de la situación subyacente. Por ejemplo: «Hallándose durmiendo Diógenes, se detuvo a su lado Alejandro y le dijo: “No debe dormir toda la noche un varón consejero”». En efecto, la necesidad de Alejandro de emitir este dicho es causa por el hecho de que Diógenes estuviera dormido, porque si Diógenes no hubiera estado dormido, Alejandro no habría sentido la necesidad de decir el verso. Y, de nuevo: «Diógenes, al ver a un muchacho indisciplinado, golpeó con el bastón al preceptor». (No habría sentido la necesidad) si el jovencito no se hubiera mostrado indisciplinado. Por lo tanto, la necesidad la que ha provocado el golpe…

Juan Sardiano, Comentario a Ejercicios retóricos de Aptonio, pág. 39, 1-16.



14. A su vez, otros pusieron la anécdota después del mito (mythos) por considerarla más cómoda que el relato, puesto que ni siquiera optaban dividirla según aquellos aspectos capitales, como actualmente se divide entre nosotros, sino según todos los casos flexivos por igual, que era, sin duda, mucho más fácil que exponer un relato. Pues cómo no va a ser completamente más manejable dividir la anécdota por casos a los que así lo prefieran: así, por ejemplo, según el caso recto (nominativo): «Preguntando Diógenes…»… O, por ejemplo, según el genitivo: «Habiendo sido…», O según el dativo: «Para Diógenes, preguntando…». O según el acusativo: «A Diógenes…». O, por ejemplo, según el vocativo: «Tú, Diógenes, preguntando…»

Doxópatro Rétor, Homilías a Aptonio, 2, pág. 192, 14-193, 4.



15. También el mismo (Teofrasto) ha dejado numerosísimas obras, cuyos títulos consideré valioso registrar por escrito por estar llenas de toda clase de virtudes. Son las siguientes… en un libro la Colección de las (Chrias) de Diógenes…

Diógenes Laercio, V 42-43.

Un Proyecto Filantrópico (Recopilación de fragmentos cínicos)















 
Albrecht Durer: "Herkules und die Stymphalischen Vogel"


Durante años había estado buscando una (por lo menos mediocre) recopilación total de fragmentos referidos a la filosofía cínico-helenística, sean estos, fragmentos directos de obras cínicas, o comentarios de filósofos contemporaneos, o por lo menos cercanos temporalmente, a aquella doctrina de tanto alcance espiritual.


Lo primero que encontré es la famosa recopilación de Diógenes Laercio: Vida y obra de los más ilustres filósofos de la antiguedad, el libro VI, totalmente dedicado a la escuela filosófica de su tocayo, Diógenes de Sínope. Sin embargo, esto era insuficiente, mientras leia libros sobre esta corriente filosófica, como el de Carlos García Gual: La secta del perro; o el texto dirigido por Bracht Branham y Marie-Odile Goulet-Cazé: Los cínicos; Caia en cuenta que se me escapaban demasiado datos y referencias existenciales que no me permitían analizar con el cuidado que merecen estos sabios desfachatados.


En mi investigación temprana descubrí que había una recopilación monumental, la de Giannantoni: Socraticus Socraticorum; Sin embargo, la última edición del texto había sido en 1990 en italiano y era sumamente compleja su adquisición, la otra había sido en el 86, y despues de múltiples pedidos me resigné ante la reiterada negativa. No me rendí, así que emprendí una exaustiva búsqeeda en bibliotecas, tantos las materiales como las virtuales, pero era imposible, el sobrevalorado internet no me ofrecía más que unos cuantos fragmentos sin reseñas bibliográficas.


La búsqueda se hizo arqueológica, compraba textos de más de ochocientas páginas por un fragmento remoto, para así ubicarlos en su contexto y comprenderlo lo más ampliamente posible. En esa busqueda tuve hallazgos maravillosos, conseguí los discursos de Juliano, los de Dión de Prusa, me hice un admirador de la literartura Lucianezca, como también de Epicteto, Séneca y Cicerón. Sin emargo, aún era poco.


Los investigadores contemporaneos, como Matton, Cappelletti, Onfray, Sloterdijk, Long, Moles, Griffin, Krueger, entre otros, me ofrecían anecdotas que nunca antes había leido, me daban la reseña bibliográfica, y comenzaba a conformarme con esto.


Un día, caminando por las calles de Barcelona, conseguí un texto iluminado, se titulaba: Los filósofos cínicos y la literatura moral serioburlesca; eran dos volúmenes y estaba editado por José Martín García en el 2008. Era una recopilación exhaustiva y rigurosa, una joya, y es, sin duda, el material más importante que pueda tener cualquier investigador hispano de la filosofía cínica.


Yo, recordando mi tortuosa búsqueda, me he dignado aquí, a transcribir, cada cierto tiempo, una parte de esta recopilación maravillosa, esperando saciar la sed de curiosidad de cualquier interesado en esta doctrina tan especial o, despertar la sed de verdad de alguíen que desee tomar el camino más corto a la virtud... el cínismo


Las publicaciones referidas a los fragmentos cínicos, tendrán siempre el paréntesis (Recopilación de fragmentos cínicos) Espero que les sea de ayuda

Menipo




















Rostro de Menipo: Obra de Velázquez.


Ahí lo ven, con la enmarañada barba de un sabio urbano, con el brillo de la ingenuidad protegida concienzudamente; cubriendo su cabeza, ya que no tiene techo que lo proteja de las tempestuosas lluvias del invierno; alza la mirada, (como la alzó el diminuto Diógenes para ver al magnánimo Alejandro) ya que sólo así puede ver el quínico a ese otro que le va al encuentro, mira desde abajo, desde la pequeñez, desde la anti-potencia, desde la sencilla y frugal vida de un sabio autárquico. Pero no deja de enfrentarse al pre-potente que desconoce, no esconde su frente, y con la insolente desvergüenza de un perro, observa fijamente con sonrisa ambigua, la atrabiliaria sonrisa de un mendigo feliz, la melancolía furiosa, el furor divino, ese gesto saturnal que nuestra tradición se niega a comprender, la sal negra con la que nos habla Bión Borístenes, el condimento de una vida que se enfrenta al concepto de felicidad como thanática apatheia, se le grita un “sí” a la existencia felizmente amarga, y así como el Cancerbero da uso a sus pesadas mandíbulas para arrastrar a los temerosos muertos al Hades, Menipo muerde con sus humoradas al ataráxico que no despierta de la pseudomuerte y que no termina de morir.



Velázquez lo ha comprendido perfectamente y lo manifiesta en su retrato, Menipo no sólo es el padre de una determinada manera de expresarse literariamente, no sólo es el fundador de la retórica serio-cómica (menipea), el germen del verdadero “humor negro” (el único humor que existe) como género literario, no sólo inspiró personalidades impresionantes como Varrón, Luciano e inclusive Swift, sino que, además de verbalizar perfectamente el hermoso y grotesco sentir de las tripas frente a los convencionalismos, no ha permanecido escondido tras la conformista pluma del crítico cínico-señorial, sino que ha sabido argumentar con una existencia auténticamente quínica, ha llevado un “bios kinikos”, que pesa infinitamente más que cualquier palabra, así como pesa más el vomito de una nausea, que el flatus de una meditación. Menipo es el primer punto de encuentro entre la visceralidad material, y la idealidad verbal. Por lo tanto, Platón no podría objetarle a Menipo, que no tiene los ojos necesarios para ver la “meseidad”; si no la ve, es porque no existe.



Nos aconseja este digno médico humoralista:

“Obrad rectamente pasando hambre, sed y frío y durmiendo en el suelo, porque es lo que dispone la ley de Diógenes, quien la escribió en conformidad con Licurgo, el legislador de los lacedemonios. Y si alguno de vosotros la desoye, será entregado a la enfermedad, al mal de ojo, al pesar y a todos los males de esa clase. Y se adueñarán de ellos la gota, ronqueras y ventosidades, como truenos, por abajo, porque profanaron la ley justa y divina del Sinopense”

Menipo, Epístola a los propietarios del Zurrón”.



La gota en la sangre, la ronquera con la flema y las ventosidades que son humo… ¿No estamos hablando aquí de una recomendación de carácter hipocrático-humoral?